Chesterton: presentación de ‘Nostalgia del hogar’

Ayer hablábamos de la fidelidad de Chesterton a sí mismo. En El hombre eterno (1925), hace referencia a un antiguo relato suyo. Había sido escrito en 1896, cuando GK tenía tan sólo 22 años, justo tras superar la fase más crítica de su vida, y comenzar a verlo todo de otra manera. De forma poética, Chesterton expresa su solución al problema de la vida del hombre, que será una idea central en toda su filosofía: la intuición –argumentada mil veces después- de que nuestra vida no es sino la búsqueda del hogar. Es la forma que GK da a la idea del viaje que sería la vida humana –ya en la Odisea aparece esta idea- o expresada en términos  más modernos, para encontrarse con uno mismo. En Ortodoxia explicaría por qué nunca terminamos de sentirnos bien: nuestro viaje -nuestra casa- no concluye en esta tierra.

El relato que nos ocupa –Homesick at home– fue publicado –que yo sepa- por primera vez en The coloured lands, de manera póstuma, en 1938, por Sheed & Ward. Existen tres versiones en español:

-Rialp, El amor o la fuerza del sino, 1993. Traducción de Álvaro de Silva.
-Valdemar, Fábulas y cuentos, 2000. Traducción de Marta Torres.
-Valdemar, Los países de colores, 2010. Traducción de Óscar Palmer.

Como no podía elegirlas todas, he escogido la de Marta Torres, aunque considero que el título más fiel a la idea de Chesterton es el de Óscar Palmer: Añoranza del hogar estando en casa, que va mucho más allá de las tres palabras originales. He modificado el título en la entrada, porque me parece que el más adecuado es Nostalgia del hogar.

¿Cómo ofrecerlo? De dos formas.
-La primera en edición bilingüe, como otros muchos textos de GK, enlazando  desde aquí a Nostalgia de casa.
-La segunda, completo en la entrada de mañana domingo, ocasión propicia para disponer de más tiempo, con el texto ya presentado. Para abrir boca dos fragmentos. Primero, el inicio:

Uno, con aspecto de viajero, se me acercó y me dijo: ¿Cuál es el recorrido más corto de un lugar al mismo lugar?
Tenía el sol de espaldas, de manera que su cara era ilegible.
–Quedarse quieto, naturalmente –dije.
Eso no es un trayecto –replicó-. El trayecto más corto de un lugar al mismo lugar es la vuelta al mundo –y se fue.

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Y luego, las consideraciones del protagonista a mitad de camino, que reflejan la forma de mirar de GK tras salir de su fase crítica, pero también la visión de la humanidad entera en el transcurso de los siglos, en ese estilo que hace grande a Chesterton:

–Oh, Dios, creador mío y de todas las cosas, escucha cuatro cantos de alabanza. Uno por mis pies que me has hecho fuertes y ligeros sobre Tus margaritas; otro por mi cabeza, que me has alzado y coronado sobre las cuatro esquinas de Tu cielo; otro por mi corazón, del que has hecho un coro de ángeles que cantan Tu glo­ria, y otro por esa perlada nubecilla de allá lejos sobre los pinos de la montaña.
Se sentía como Adán recién creado: de repente ha­bía heredado todas las cosas, incluidos los soles y las estrellas
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