El cochero extraordinario: método, estilo y filosofía de GK

Acabamos de añadir un nuevo texto de GK en la página correspondiente: El cochero extraordinario. Es el capítulo V de Enormes minucias, una recopilación de artículos de 1909 con textos aparecidos desde 1901 en el Daily News, «ese diario que la gente compra aunque no cree en él, en oposición al Times, en el que la gente cree pero no compra» (Prólogo de Juan Lamillar). Era un periódico de talante diverso a la forma de pensar de GK, suficientemente liberal como para conservarlo entre sus colaboradores, a pesar de las discrepancias. El original inglés es Tremendous Triffles, que en la traducción portuguesa conserva mejor la sonoridad original: Tremendas trivialidades.

En esta entrada presentaré el texto, y colocaré la primera parte, que completaré con una segunda entrada. Este volumen de GK es uno de mis favoritos –siempre acabo por decir eso, me temo-. Pertenece a su primera época, y su estilo es quizá más chispeante y novedoso y aunque como se dice en la presentación de Archipiélago, no hay sorpresa, siempre hay asombro. Me gusta porque hace honor a su título y su título hace honor a su autor, a sus ideas, a su método y a su estilo. En el prólogo, Juan Lamillar (p.12) lo explica bien:

«Muchos de estos artículos suelen comenzar como la narración de un hecho cotidiano que Chesterton conduce a una situación que parece perderse en simplezas o en complicaciones y es en ese momento cuando el autor saca de ellas principios morales y verdades filosóficas. La reflexión surge de la exposición de una historia que acaba por alcanzar unos breves y contundentes argumentos, desembocando en la paradoja que se quiere crear, mostrar o explicar. Al marcado tono narrativo de estas páginas que comienzan con un cuento, hay que añadir una viveza en los diálogos que deja adivinar al novelista, lo mismo que su atención a las descripciones de los escenarios».

Y esto es así, casi una y otra vez, al menos en la forma. El fondo varía, tanto en el tipo de trivialidades como en las enormidades filosóficas y vitales a las que nos conduce, siempre de manera parecida. Al fin y al cabo, en eso consiste un estilo, ¿no? El relato El cochero extraordinario está dividido por el propio Chesterton en tres partes. Hoy sólo vamos a ver la primera.

De todas formas es preciso un inciso: por primera vez, al igual que hacemos con los textos de los ensayos más grandes que estamos analizando –El hombre eterno, Outline of sanity– hemos decidido recoger la versión original junto a la versión española, para advertir que falta un párrafo de GK, omitido tanto en la traducción de Vicente Corbí (Espuela de Plata), como en las obras completas, según la traducción de Calleja. El párrafo no es realmente fácil, y pone de relieve la idea de que es preciso conocer muy bien el pensamiento de GK para poder traducirlo. Sobre si la traducción es adecuada, el lector crítico podrá por fin formarse una opinión. Pero vayamos al texto de GK, que en realidad, podría ser un mini relato, muy en su estilo, que no precisaría una segunda parte, si no fuera porque refuerza la primera:

De vez en cuando he introducido en esta columna del periódico la narración de hechos que realmente han ocurrido. No quiero insinuar a este respecto que la columna se sostenga sola entre columnas de periódico. Sólo quiero decir que –a través de alguna parábola práctica de la vida cotidiana- he encontrado una mejor expresión de los significados que por cualquier otro método. Por eso que me propongo narrar el incidente del cochero extraordinario, que me ocurrió hace sólo tres días, y que –tan ligera como aparentemente- despertó en mí un momento de emoción genuina que bordeó la desesperación.

El día en que encontré al cochero extraordinario había estado comiendo en un pequeño restaurante en el Soho con tres o cuatro de mis mejores amigos. Mis mejores amigos son todos o escépticos irremediables o creyentes absolutos; así que nuestra discusión durante la comida giró sobre las más extremas y terribles ideas. Y la discusión acabó por girar exclusivamente sobre este punto: sobre si un hombre puede tener certidumbre sobre alguna cosa. Yo creo que puede tenerla, porque si (como decía mi amigo, blandiendo furiosamente una botella vacía) es intelectualmente imposible tener certidumbre, ¿qué certidumbre es esa imposible de tener? Si yo no he experimentado nunca lo que es la certeza, no puedo ni aun decir que nada hay cierto. De modo semejante, si nunca he visto el color verde, no puedo ni siquiera decir que mi nariz no es verde. Puede ser verde, verdísima, y no enterarme de ello si realmente no sé en qué consiste el verde. Nos lanzábamos, pues, insultos el uno al otro y la habitación se estremecía porque la metafísica es la única cosa completamente emocionante. Y la diferencia que nos separaba era profundísima, porque era una diferencia en cuanto a la finalidad de todo lo que llamamos amplitud de espíritu o inteligencia abierta. Porque mi amigo decía que él abría su intelecto, como el sol abre los abanicos de una palmera, abriéndolos por abrirlos, abriéndolos de una vez para siempre. Pero yo dije que yo abría mi intelecto como abría la boca, precisamente para volver a cerrarla sobre algo sólido. Estaba haciéndolo en aquel instante. Y, como señalé acaloradamente, resultaría extraordinariamente idiota si continuase con la boca abierta sin motivo y de una vez para siempre.

Spoiler-Destripe, sólo para los que quieren saber más:

-Aparece el sentido profundo asociado a un hecho pequeño, o relativamente pequeño, que cualquier otro hubiera dejado pasar.
-Aparece el sentido de la enormidad, habitual en GK, pues el incidente despertó en mí un momento de emoción genuina que bordeó la desesperación.
-Independientemente de sus convicciones personales, cualquiera puede ser un gran amigo de GK, aunque probablemente los que no tengan convicciones fuertes lo tienen más difícil, sean del bando que sean.
-La filosofía está localizada en la vida cotidiana: blandir la botella mientras se enuncia un principio universal… suena como lo más contrario de la actividad de los sesudos personajes que se dedican a dilucidar la comprensión del mundo. Con seguridad, Kant no lo haría, aunque era la tradición de los griegos.
-Se encuentra la frase lapidaria: la metafísica es la única cosa completamente emocionante.
-Tenemos incluida la paradoja, pues si […] es intelectualmente imposible tener certidumbre, ¿qué certidumbre es esa imposible de tener? 
-Y como siempre -tras la agudeza para descubrir lo complejo de la situación- su empeño por llegar al fondo de las cosas, expresado en la chestertonada que nos ayuda a comprender una realidad compleja –y con ella, el sentido de la vida humana: La diferencia que nos separaba era profundísima, porque era una diferencia en cuanto a la finalidad de todo lo que llamamos amplitud de espíritu o inteligencia abierta. Porque mi amigo decía que él abría su intelecto, como el sol abre los abanicos de una palmera, abriéndolos por abrirlos, abriéndolos de una vez para siempre. Pero yo dije que yo abría mi intelecto como abría la boca, precisamente para volver a cerrarla sobre algo sólido. Estaba haciéndolo en aquel instante. Y, como señalé acaloradamente, resultaría extraordinariamente idiota si continuase con la boca abierta sin motivo y de una vez para siempre.

2 Respuestas a “El cochero extraordinario: método, estilo y filosofía de GK

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